Soy mujer y soy cuidadora. Y nunca me preparé para esto. Los demás creen que porque soy mujer es como si tuviera más obligación que los demás. Nunca creí que me pasaría a mí, pero desde que cuido a mi madre, mi mundo se mueve en función a sus necesidades.
A pesar de tener más familiares, nadie quiso hacerse cargo de él. Todos tenían una vida muy ocupada (al igual que yo), debían atender a su familia propia (al igual que yo) y contaban con la agenda llena de muchas cosas importantes por hacer (también al igual que yo).
Desde ese momento, lo cuido y veo por él… pero también desde ese momento, yo no me cuido ni veo por mí.
Vivir lo inesperado
Soy mujer y soy cuidadora. Los amigos y familiares se comprometieron a visitarlo cada semana y a cooperar económicamente. Las primeras semanas, lo visitaron y aportaron. Pero con el tiempo, una visita se convirtió en sólo una llamada… y una cooperación semanal terminó en una mensual. Actualmente, ya sólo me envían mensajes una vez al mes y aportan cada que se acuerdan o que se los pido.
El resto de los gastos los he tenido que absorber yo. Y en ocasiones, hasta yo misma ignoro de dónde obtengo ingresos, pues tuve que renunciar a mi trabajo para quedarme a velar por la salud de mi adulto.
Tan sólo en Estados Unidos, actualmente existen 53 millones de cuidadores, de los cuales más de 66% serían mujeres.
Para todos es fácil juzgar. Creen que no hago lo suficiente y me lo repiten tanto que hasta he llegado a pensarlo. También mis hijos me reclaman. Dicen que estoy muy irritable y que ya no paso tiempo con ellos. Me ha costado acaloradas discusiones en casa.
Mis amigas también lo han resentido. Tienen tanto que contarme que me encantaría verlas para tomar un café, pero mis ocupaciones como cuidadora me han dejado poco margen para realizar aquello que me gusta. Pero yo también deseo salir. Me muero por reírme a carcajadas con ellas, escuchar lo que han hecho y recordar lo que hemos vivido. Y del aspecto amoroso, mejor ni hablamos.
Mi espacio, mi lugar
Soy mujer y soy cuidadora. Y no tengo la energía física necesaria para hacer muchas cosas que mi labor me pide. Debo estar al 100% durante el día y al pendiente en la noche, levantarme a deshoras para llegar puntual a sus citas médicas, maldormir en una incómoda banca de hospital, comer lo que pueda a la hora que pueda y acomodar toda la casa en función de sus necesidades.
Con lo que más batallo es al cargarlo para levantarlo por la mañana o cada que debe ir al baño. Por más que me abraza y yo lo sostengo, mi cuerpo no soporta tanto peso. He tenido dolores en la espalda y el cuello. Ya me dijeron que vaya al doctor, pero no tengo ni con quién dejarlo.
Actualmente, en el mundo habitan más de mil 400 millones de adultos mayores en todo el mundo.
Hace poco, una amiga se ofreció a cuidarlo por una hora y no acepté. Creí que algo pasaría o que no sabría hacerlo como yo. Pero voy aprendiendo a valorar ese espacio mínimo que los demás me ofrecen. Y si para eso debo capacitar a otros para enseñarles los cuidados que mi adulto necesita, estoy dispuesta.
La próxima vez diré que sí y ya hasta tengo planeado lo que haría: salir a caminar, comprarme un helado, sentarme en una banca y después dormir… todo lo que pueda.
Para saber hacer mejor lo que hago, quiero estar en contacto con otros cuidadores. Quisiera aprender de ellos y conocer sus tips para ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo. Me encantaría saber de ellos porque entre pares podemos mostrar y comprender nuestras heridas. Quisiera sentir que pertenezco a una comunidad.
No conozco a ninguno, pero en las redes sociales he de encontrarlos. Quiero conocerlos, leerlos, valorarlos… pero sobre todo quisiera escucharlos, darles un largo abrazo aunque sea a la distancia y decirles que tenemos derecho a sentirnos como a ratos nos sentimos, que su labor es valiosa, que no se descuiden a sí mismos y que la diferencia está en la actitud.
Cuidar sin cuidarte no es cuidar
Soy mujer y soy cuidadora. Y en esta labor, descubrí y desarrollé un talento que creí que no tenía. A veces batallo con el dinero, pero la vida es bondadosa y siempre termino completando para cada medicamento. Siempre hay algo o alguien que nos ayuda.
A veces también batallo con mis emociones. Me irrita esforzarme tanto y terminar el día exhausta… Pero cuando veo esa sonrisa en la cara de mi adulto y lo agradecida que está por lo mucho que hago por él, me siento bendecida de que almacene en sus últimos años un buen recuerdo de mí, una mujer que sin saber nada sobre cuidados ahora está empeñada en su máximo bienestar.
Y por eso, con la misma vocación que he tenido para cuidar, ahora comienzo también a cuidarme a mí. Si cuidar es un acto de amor, cuido de mí misma, con esa misma devoción y actitud para hacer la diferencia. Soy mujer y soy cuidadora.