“Nadie sabe lo que pesa el costal, más que el que lo lleva cargando”, dice una frase popular. Se refiere a que sólo la persona que ha sufrido alguna situación conoce a fondo lo que se siente.
Sin embargo, aunque lo anterior es cierto, eso no nos hace indiferentes al dolor ajeno. No por no haber vivido el duelo de un ser querido signifique que no sepamos lo que representa una pérdida. No por gozar de una buena salud no podemos sentir la enfermedad de alguien más.
Aprender sobre el dolor ajeno
Uno de los aprendizajes más grandes que me ha dado la psicología es no juzgar a nadie por nada. Las actitudes y acciones de las personas son el resultado de lo que han vivido y de lo que han hecho con las herramientas que han tenido. Y aunque es fácil decirlo, a veces llega a ser muy difícil comprenderlo. Es justo ahí donde entra la empatía.
La empatía es la capacidad para comprender, percibir y compartir los pensamientos y sentimientos de la otra persona.
La empatía es la facultad humana de ponerse en los zapatos del otro. Como cuidador, estoy seguro de que procuras aplicarla todo el tiempo. Entonces, ¿cómo llevarla a un siguiente nivel? Sin importar si la persona que atiendes es un familiar, un amigo o un desconocido, comprender el proceso que está atravesando es fundamental para lograr una relación sensible entre ambas partes.
Sentimientos que pueden ser el resultado de una sólida empatía
- Cariño. Ganarse el cariño de alguien genera una sensación única. Todos merecemos darlo y recibirlo. ¿Te imaginas ganarte el cariño de tu adulto mayor? Es un sentimiento hermoso y un regalo hacia un cuidador que tuvo, por encima de todo, empatía.
- Respeto. Esto es de ida y vuelta. Tanto el cuidador como el paciente requieren partir del respeto para todo el trabajo que harán juntos. Y sólo podrá mantenerse si hay de por medio empatía. Quién sabe, quizá un día tu adulto no quiera ir a su cita médica o ha perdido las ganas de continuar, y tú seas de las pocas personas a las que sí haga caso. Eso es ganarse el respeto.
- Agradecimiento. Después de un largo y agotador día de cuidados, despedirte de tu adulto mayor y recibir de él o ella un “Gracias” de corazón es un estímulo para seguir. Algunos quizá no lo digan, pero puedan demostrarlo con alguna caricia, un abrazo o incluso un beso. Y cuando alguien recibe un regalo tan grande como el agradecimiento, las palabras sobran.
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Cómo ser más empáticos
- Reconoce su situación. A veces, algunos cuidadores pueden olvidar que están tratando con seres humanos que tienen necesidades especiales. Si los pacientes pudieran hacer las cosas solos, ni siquiera tendrían que apoyarse en los demás. Reconoce su situación, pero por sobre todo, reconoce el malestar por el que está pasando. Nadie desea sentir dolor, estar físicamente limitado y encima depender de otros.
- No faltes a su dignidad. Si a ti te molestan cosas tan básicas como que entren a tu habitación sin tocar la puerta o que no te hagan caso cuando hablas, imagínate hacerle lo mismo a tu paciente quien, además, está atravesando un momento difícil en su salud.
- Conoce su entorno. Durante el tiempo que llevan juntos, podrás darte cuenta de qué relación tiene el paciente con sus familiares, qué tan seguido lo frecuentan o qué tanto discuten sobre los gastos del enfermo y sus necesidades. Muchas veces, el paciente se da cuenta de todo eso y no siempre hay quién pueda escucharlo. Como cuidador, tú puedes ser esa persona.
- Descubre su pasado. Están pasando mucho tiempo juntos. Entonces, ¿por qué no aprovecharlo para optimizar la empatía? Platiquen lo más posible y date cuenta de quién es tu paciente, qué vida ha tenido, las batallas que ha librado y qué experiencias vivió para convertirse en el ser humano que ahora es. Te sorprenderá descubrir todo lo que hay detrás.
- Nada a la fuerza. Cuando alguien hace algo por obligación, se nota. Si tu paciente llega a pedirte algo y lo haces de mala gana, quizá entonces sea el momento de una pausa. De la mejor manera posible, haz lo que te haya pedido. Pero después tómate unos minutos para ti, respira, recuerda la dura situación que está atravesando la persona y después continúa. Si esto ocurre cada vez más seguido, escucha las señales. Tal vez ya es hora de un merecido descanso. Coordínate con la familia para buscar un reemplazo en lo que vuelves a cargar las pilas.
- Hagan cosas juntos. Cuidar de alguien no tiene por qué ser un calvario. Hay muchísimas actividades divertidas que pueden hacer juntos. Desde ver una película hasta colorear mandalas, pasando por juegos de mesa y hasta dar un paseo. La cantidad de opciones es muy basta y en este portal puedes encontrar muchas de nuestras sugerencias.
La indiferencia nos divide, pero la empatía nos une
Sí, “nadie sabe lo que pesa el costal, más que el que lo lleva cargando”. O también hay otro refrán que dice: “Nadie sabe cómo está el fondo de la olla, más que la cuchara que la mueve”.
Al final, ambas frases se resumen a una sola palabra: empatía. Y en mayor o menor medida, todos los seres humanos contamos con ella. El buen cuidador, por ejemplo, es un maestro en ese arte.
La indiferencia nos divide, pero la empatía nos une. Y cada vez más, un gran cuidador como tú estará haciendo de la empatía una aliada en su labor.